-Yo
no creo nada - le contesté.
-Ahora
has dicho la verdad; tú no crees en nada y por no creer en nada no te puedes
explicar cosa alguna, empezando por las más sencillas. Vosotros, los que os
tenéis por cuerdos, no disponéis de más instrumentos que la lógica, y así vivís
a oscuras...
-Bueno
- le interrumpí-, ¿y todo esto qué significa?
-¡Ya
salió aquello! Ya estás buscando la solución o la moraleja. ¡Pobres locos!
(Miguel
de Unamuno, El que se enterró, 72-73)
En
esta historia Emilio, interpreta a un personaje que tiene la creencia en cosas
que no son vistas como verdades reales. Por otra parte, el narrador significa a
otro personaje, el cual es creyente solo en las cosas que puede entender. Al
principio parece que Emilio es el que está atrapado por sus ideas raras pero en
al final sucede un giro inesperado, porque Emilio le dice al narrador que está
encerrado por creer en solo lo que entiende.
El curnadero maya |
Yo
era como el narrador cuando fui al estado de Yucatán, México este verano. Hay
muchas personas allí que tienen creencias mayas que para mí no reflejan la realidad.
Para mí las leyendas mayas, los enanos en la selva “Aluxes” y el Dios Chaac que
da lluvia no parecen como algo real. Sin embargo conocí a un curandero que creía
fuertemente en el poder de la medicina maya y las hierbas con el poder de sus antepasados.
Fue algo que no entiendo pero todos allí me aseguraron que aunque sea algo que
no se puede explicar lógicamente, ha curado a muchas personas. Igual que el narrador
aprendí que tal vez no se puede resolver todas las cosas por la razón.
Ahora
me pregunto: ¿Quién fue el pobre loco, entre el curandero y yo?, ¿Él que
recibía los beneficios y salud por creer, o yo, que me quedé con solo mi
entendimiento? Parece que la inhabilidad de creer es algo que limita al ser
humano y que Unamuno nos está diciendo que no todo en este mundo se puede comprender.
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